Repara un momento en cómo te hablas a ti mismo mientras caminas, estas en un sillón, haces deporte, te quedas ensimismado… En esos escenarios privados, cuando estás solo, te reúnes a hablar contigo (Pensar es hablar con uno mismo en silencio) Son conversaciones que surgen en tu cabeza descontroladas, en las que intervienes como un invitado y en las que te dices «verdades» difíciles de escuchar, te planteas «exigencias» difíciles de cumplir, y dudas tanto de ti y de tus capacidades, que te parece imposible «lograr» lo que te propones.
Es fácil dejarse llevar por estas voces dominantes y controladoras, exigentes, paternalistas, descalificadoras y criticas. Voces llenas de desprecio, que no dudan en castigarte continua y permanentemente: «no vales para nada», «haces todo mal», «nadie confía en ti», «no estás preparado». Son voces parciales y convincentes, terribles y peligrosas que te descalifican totalmente.
Son voces impactantes ya que parece que están cargadas de razón.
Pero estas no son las únicas voces con las que hablas. Ocultas bajo ese insoportable ruido puedes escuchar voces que confían en ti, conocen tus recursos y no tienen miedo de hablar de ellos, saben de tus habilidades, valentía, perseverancia. Son voces que te respetan y te consideran una persona con valores y virtudes.
Son voces que están contigo, que te enseñan a RESPETARTE, a confiar en lo que sientes, en lo que dices y que te alejan del abuso y del castigo.
Según hables con unas voces o con otras, tengan unas conversaciones u otras, te respetarás o dejarás de respetarte