En estos días muchas personas hemos sentido en el corazón la punzada del sufrimiento. La sorpresa de la muerte injusta, del asesinato, del terror. El atentado de Barcelona, como cualquier otro, ha sembrado con dolor la sociedad. Los asesinos tendrán que vérselas con la policía, unos cuantos ya les han visto las caras, y con la justicia en un poco más de tiempo.
En este blog hablamos del esfuerzo por vivir una vida bien vivida, ¿cómo compaginar la vida con el mayor de los dolores: la muerte?.
Estos atentados son el símbolo del sufrimiento. Desde la distancia virtual cada grito de rabia y de dolor nos sobrecoge. Es en este momento cuando el Valle de Lágrimas en el que vivimos se hace corpóreo. Lo sentimos de tal forma que lo podemos tocar en el abrazo a la persona que sufre con nosotros, en las palabras ahogadas, en las húmedas lagrimas silenciosas, en la desesperación, en el vacío del futuro.
Una pregunta es ¿Para vivir una vida bien vivida hemos de evitar el sufrimiento o aceptarlo?. La vida está impregnada de sufrimiento: la muerte, la enfermedad, la pobreza, etc. Es más las personas somos capaces de causarnos daño los unos a los otros: el insulto, el desprecio, el acoso, el despido, el robo, el asesinato, etc.
Evitar el sufrimiento es quedarnos en un pasado lleno de dolor.
Aceptar el sufrimiento es proyectarnos hacia un futuro que merece la pena vivirse. Es una paradoja, otra más de la vida.