El mercado del empleo se ha convertido en el mercado de la vanidad y de la vergüenza. Las personas, aun sin intención, son tratadas como si fueran cosas, simples productos de consumo reemplazables. En esta situación, nada es tan apropiado como construirse una Marca Personal que les diferencie, les haga reconocibles, les dote de personalidad y de objetivos.
El problema de reemplazar la biografía auténtica por una historia oficial a base de microengaños, es que de inmediato pasamos al lado oscuro, igual que si compráramos en Primark una personalidad low cost, no es una respuesta atinada.
Muchos profesionales, para poder competir y lograr el «éxito, el dinero, el prestigio…» se dejan media vida y se inventan la otra media, como si fuera posible engañar al que nos mira en profundidad. Actuar así es un fraude contra uno mismo, un autoengaño.
Trabajar la Marca Personal suele ser un ejercicio de fantasía, que poco tiene que ver con los propósitos personales y mucho con agradar a los demás. Competir a diario con esa imagen perfecta y rígida, es iniciar un viaje al sufrimiento y al dolor.
Los buenos profesionales no esconden su personalidad, saben que además de imposible es doloroso.
Engañar a los demás es un juego estratégico. Engañarse a uno mismo resulta cruel.
¿Como puedes corregir tus errores si no los admites, si los escondes?
La mejor Marca Personal es aceptarte tal y como eres.
La inseguridad personal ante tantos estímulos de ‘falsa’ felicidad en las redes sociales personales y profesionales está a lnorden del día.
Hoy más que nunca es sano sincerarse con tu propia marca personal. La pregunta es: están dispuestas/preparadas las organizaciones para estimularlo?