Las cuentas mentales son un sistema sencillo e intuitivo de control de la economía personal. Gracias a este estilo de contabilidad controlas, o eso crees, tus gastos, ingresos y ahorros de cada mes. Decides cuanto dinero tienes para ir de vacaciones o para estudiar un master, también para salir una noche o pagar la luz.
Curiosamente, por poco que te observes, también llevas unas cuentas mentales sobre tu bienestar y tu malestar. Del mismo modo que el dinero para comida no lo gastas en pagar Netflix, ni el que necesitas para pagar la financiación de tu automovil tampoco lo gastas en Turismo Rural.
Igualmente piensas que tu felicidad presente, nada tiene que ver con tu angustia actual. Es un juego de suma cero, cuando una desaparece otra aparece. Son dos cuentas separadas… pero no tanto.
Salir a tomar unas copas, disfrutar de un buen veraneo, tener tiempo para estar con tu familia, te consume bienestar. Del mismo modo, estudiar algo que no te gusta, mantener un trabajo infumable, estar depresivo se alimenta de tu cuenta de malestar.
Parece lógico que funcionen como dos cuentas independientes, por un lado el bienestar y por otro el malestar. Así, si necesitas ir de vacaciones y disfrutar has de malgastar el resto del año en un mal trabajo. Si quieres para tus hijos un estilo de vida libre e independiente, has de ser sumiso ante tu jefe «¡Señór, sí señor!». Es lo mismo que cuando tienes que pagar un gasto extraordinario y lo quitas de un gasto fijo.
Como ves las cuentas mentales resultan tan falsamente operativas para manejar nuestro bienestar o malestar. Tanto en la resolución de conflictos personales y profesionales, como las cuentas mentales para llevar nuestra economía.
¿Qué hacer? Lo primero no llevar tus cuentas de cabeza y lo segundo actuar en tu estilo de toma de decisiones.