Me pregunta un amigo sobre la mentira, tan cotidiana en estos momentos de nuestras vidas. «¿Los empresarios mienten igual que los políticos?» «Por supuesto, contesté, la mentira es una herramienta imprescindible en la empresa, en la sociedad, en las relaciones personales». Mi amigo se sorprendió doblemente ya que no esperaba esta respuesta.
Para Platón el mentiroso es alguien que es capaz de mentir, para Aristóteles es alguien que decide mentir. Casi parece lo mismo, pero no nos confundamos.
Foucault, con su mirada penetrante, afirma que «la democracia la parrhesía (el decir veraz, el derecho a dar la propia opinión y el coraje de oponerse a la de los otros) es peligrosa para la ciudad».
En la empresa la mentira toma estos dos caminos: callar o mentir intencionadamente.
Veremos mejor el ejemplo en la sociedad y con los políticos.
Annah Arendt afirma que «las mentiras siempre han sido consideradas como herramientas necesarias y legítimas, no solo del oficio del político o del demagogo, sino también del oficio del hombre de Estado».
El gestor ético sabe que en numerosas ocasiones ha de callar por respeto a la verdad, igual que el hombre de Estado.
En cambio el gestor no ético miente intencionadamente y como un demagogo hace de su mentira la verdad.
Mi amigo en su desconocimiento de la empresa lo que me preguntaba era «¿los directivos callan determinadas cosas o mienten intencionadamente?» Por supuesto, los directivos éticos, en ocasiones han de guardar un sabio silencio, ya que respetan la verdad.
Los mentirosos, en cambio, son personas despreciables, que siempre hablan, hablan y hablan, diciendo únicamente mentiras.