Suelo ver Linkedin casi todas las mañanas. Lo reviso, leo las nuevas publicaciones, los comentarios a las mismas. Es uno de los indicadores que sigo, igual que las novedades editoriales en Espasa Calpe, los artículos de prensa que circulan, Pinterest, Instagram, Facebock, etc. Son los ojos del mundo. Siempre atentos a lo que ocurre alrededor. Igual que el gigante Argos con sus cien ojos, Linkedin escanean continuamente el mundo. Si a unos les vence el cansancio, otros despiertan.
Ahora los ojos de Linkedin muestran un mundo blando y distorsionado, al que no parece interesarle el futuro: «Hemos adelantado en digitalización» «Trabajemos con felicidad» «Un nuevo estilo de liderazgo» «Ejemplos de gente solidaria» «Más transformación digital» «Cuidemos el jardín» «Ocupemos el lugar correcto para ser valorados de forma correcta» «¡El secreto de vivir es dar!» «Quiero que me vean sonreír». Cada frase una joya, pero juntas no hacen un collar.
«A las ocasiones deben los hombre muchas veces el lucir grandes » dice el cronista que relató la terrible peste de Sevilla de 1649 y llevó a la decadencia a la gran ciudad de Occidente.
Casi todos los días busco en Linkedin a esas personas tan necesarias hoy en las empresas, personas que «luzcan grande» frente a los pequeños. Sé que están, pero no las encuentro.